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Sunday, March 7, 2010

Lo que vales para Dios

Consumida por la depresión y sintiendo que su vida no tenía sentido, escuchaba gritos en su interior que le decían: Tú no vales nada, mátate. Su problema no era el dinero, pues poseía mucho. Pero estaba carente de muchas otras cosas: amigos sinceros, un esposo, hijos, familia… Llorando y perseguida por esa idea terrible que se repetía y multiplicaba en su cabeza, pensó que la única salida era el suicidio.

Su teléfono no había sonado en días. Y esto la convenció aun más de que si moría no le haría falta a nadie. Su desesperación era tal, que había perdido la capacidad de apreciar lo que si tenía: salud, recursos, futuro, esperanza y una vida por delante. Pero la falta de dirección en su vida, le había nublado. Se convenció de lo que su mente le gritaba. Quería que se callara, no tenia ni un minuto de paz. ¿De dónde venia todo aquello? ¿Por qué no se callaban?.

Con los ojos hinchados de llorar y la vista aguada en lágrimas, avanzó hasta el balcón. Su lujoso condominio ubicado en un alto piso de la torre le propinaba el medio perfecto para acabar con su vida. Si se arrojaba al vacío, pensaba, no habría vuelta atrás y todo acabaría en unos segundos. Así que, vestida en sus lujosas y sedosas pijamas, se paro en las barandas.

La brisa sacudía sus ropas y le movía los cabellos mientras dudaba de lo que quería hacer. Asustada y deprimida, recordó que una vez le dijeron que quienes se quitan la vida no van al cielo. Por eso, decidió pronunciar sus últimas palabras diciendo: “Jesús, perdóname. Sálvame del infierno eterno, porque quiero terminar con el infierno que vivo ahora”.

Temblorosamente sus pies se sostenían del breve espacio en el que estaba parada, mientras su mano aun se aferraban de la baranda, como queriendo encontrar a qué aferrarse en su devastada vida. Su soledad era aplastante y las posesiones no tenían la capacidad para llenar el vacío que sentía.

Y justo cuando empezaba a soltar sus dedos, escuchó una voz hablarle desde atrás. Su tono era firme y dulce a la vez. Le susurró: “Tú vales mucho para mí, yo te amo. Di mi vida a cambio de la tuya”. Aquellas palabras penetraron su alma. Determinada a ver quien le había hablado, se volteó a mirar. No vio a nadie, pero estaba segura de que no estaba sola, podía sentir una presencia y estaba segura de lo que había escuchado.

Impresionada, no pudiendo creer lo que le estaba pasando, se bajó y buscó en el balcón y adentro del apartamento, tratando de encontrar a alguien, de ver físicamente a quien percibía.

Confrontada con la idea de estar alucinando, se dejo caer de rodillas y jadeando, a punto de llorar preguntó: ¿Quién eres? ¿Aun estás aquí? Miró a todos lados buscando algo que no fueran paredes, miro también el techo y finalmente el piso, antes de cerrar los ojos y llorar. Entonces escuchó: Soy Jesús, hace tiempo te perdoné y siempre estoy contigo.

La mujer daba su testimonio en la televisión y no pudiendo contener la emoción lloraba recordando aquel crítico momento que cambió para siempre el curso de su vida. “Es impresionante, decía, cuando conoces, cuando te convences del inmenso amor que Dios siente por cada uno de nosotros, el valor que adquiere tu vida. Ahora puedo apreciar quien soy, y me siento útil, pues he aprendido a ayudar a otros.

Mis mayores riquezas son la gente que tengo conmigo, las que he conocido. Pero por sobre todas las cosas, la relación que tengo con mi Salvador. Mi fe en él me ha sostenido”.Mucha gente ha perdido la convicción de su valor ante los ojos de Dios, afectados por las crisis que confronta en su vida. Si tan sólo supieran que todo el mundo, con todas las posesiones, es equivalente a nada, frente a lo que vale un alma para Dios, entenderían que no es el fin. Los momentos difíciles tienen la tendencia a nublarnos y hacernos pensar que no hay esperanza.

Pero esto es lo que dice Dios, nuestro Creador y Padre:

Salmo 139:1-3

Oh Jehová, tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme; Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, Y todos mis caminos te son conocidos.

Salmo 139:15

No fue encubierto de ti mi cuerpo, Bien que en oculto fui formado, Y entretejido en lo más profundo de la tierra.

Mateo 10:30-32

Pues aun vuestros cabellos están todos contados. Así que, no temáis; más valéis vosotros que muchos pajarillos. A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos.

Jeremías 1:5

Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué…

1 Juan 4:4

Hijitos, vosotros sois de Dios, y habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo.

1 Juan 4:10-11

En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.

Valora tu vida y la de los tuyos, con el valor que Dios te impregna a través de su inmenso amor.

Elizabeth Espinal / Clave Digital

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