Cuando Dios proclamó a Jeremías profeta de las naciones, éste respondió: “¡Ah, Señor! He aquí no sé hablar, porque soy un niño” (Jer. 1.6) ¿Qué importa?, habría dicho el Señor.
Cuando mandó a Moisés a ir donde Faraón y sacar a su pueblo de Egipto, Moisés respondió: “¡Ay, Señor! Nunca he sido hombre fácil de palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua” (Ex. 4.10)
¿Qué le dijo Dios?: “¿Quién dio boca al hombre? ¿O quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo tu Dios?”.
Cuando el Señor te encomiende una misión recuerda que Él nunca te pedirá lo que no puedas cumplir.
Josefina Navarro
El Caribe
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