No puedes controlar la longitud de tu vida, pero puedes controlar su profundidad.
No puedes controlar el contorno de tu rostro, pero puedes controlar sus expresiones.
No puedes controlar las oportunidades de otras personas, pero puedes aprovechar las tuyas propias.
No puedes controlar el clima, pero puedes controlar la atmósfera que te rodea.
No puedes controlar la distancia que media entre el suelo y tu cabeza, pero puedes controlar el contenido de tu cabeza.
No puedes controlar las faltas exasperantes de los demás, pero puedes tratar evitar que se desarrollen en ti hábitos irritantes.
No puedes controlar los malos tiempos, pero puedes ahorrar dinero para cuando estos lleguen.
¿Por qué preocuparte por lo que no puedes controlar?
Ocúpate de controlar lo que depende de ti.
El Señor nos enseña en su palabra: Mateo 6:27 “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”
Vilma de Rojas
Fuente La Información
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