El mundo de hoy es igual que el que le tocó vivir a Jesús, lleno de un pluralismo cargado de muy diferentes ideas de las que Él tenía en Su Mensaje. Sin embargo, Él fue muy claro. No obligó a nadie, pero, eso sí, sus discípulos eran coherentes con él. Quizás por eso con solamente 12 Apóstoles cambió el mundo en antes de Cristo y después de Cristo. Muchos murieron por llevar ese Mensaje al mundo y no retractarse, ni cambiarlo por un “plato de lentejas”.
Quizás eso es lo que nos falta hoy. Dar la vida por lo que creemos. Nos cansamos demasiado pronto. No nos gusta luchar. Tiramos demasiado pronto “la toalla”.
Vamos a luchar por las familias, en este Año de la Familia. Vamos, como familias a ser valientes y coherentes con lo que decimos creer y hacemos. Vamos a ayudar a otras familias a vivir la fe con la convicción de que el Señor está siempre con nosotros ayudándonos en nuestras vicisitudes. El mundo de hoy, como el de ayer, necesita de personas que crean en lo que dicen creer. Personas valientes. No fariseos. El fariseo es soberbio, “va guiado siempre por la vanidad y el amor propio. Busca la gloria humana y el aplauso de los hombres. La soberbia nos aparta de Dios; nos impide sujetarnos a Él. La vanidad y el amor propio nos hace descuidar los intereses de Dios, para buscarnos a nosotros mismos, pues la soberbia cierra el camino de la fe” (“Este Jesús”, de Ricciardi).
El Evangelio de hoy nos dice: “El Señor enseñaba con autoridad”. Todavía en estos tiempos el Señor enseña con autoridad y nosotros somos los instrumentos suyo. Vamos a realizar hoy lo que nuestra misión como cristianos nos pide.
Maruchi R. De Elmúdesi
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