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Wednesday, October 14, 2015

Palabra de Vida Eterna(Reflexiones bíblicas)


Una vida sin oración, una vida sin sentido. 

«¡Cuán pocos de entre nosotros dedicamos, de una semana a la otra, tan sólo una hora a la oración a solas!»

Esta declaración nos envía oleadas de condena a través de los laberintos de nuestra alma. Nos recuerda que no hemos hecho de la oración una prioridad en nuestra vida. ¿Por qué experimentamos más fracaso que éxito cuando se trata de tener una vibrante vida de oración?

Mateo, a través de su evangelio, abrió las cortinas autobiográficas de la vida de algunos de los hombres que estuvieron más cerca de Jesús: Pedro, Santiago y Juan. En la que fue una de las noches más dolorosas de su vida, Jesús llevó a sus seguidores con Él a un lugar llamado Getsemaní. Allí anhelaba que sus seguidores hicieran vigilia y oraran con Él. Tres veces, cuando regresó a ellos desde su lugar de oración, Jesús descubrió que habían sido víctimas del «sueño de Getsemaní». Estaban demasiado exhaustos como para ejercitar su privilegio y responsabilidad de la oración.

Su falta de oración era más que el solo hecho de sentirse somnolientos luego de una gran cena. Para ellos, la incapacidad de mantenerse en oración fue causada fundamentalmente por sus limitaciones emocionales y físicas. Pedro dijo: «Jamás te negaré.» Todos los discípulos dijeron también lo mismo (Mateo 26:35). Y sin embargo, su confianza en sí mismos no pudo vencer su humanidad. Mateo registra las palabras de Jesús: «Velad y orad para que no entréis en tentación» (v.41).

La falta de oración ya se había infiltrado en sus vidas antes de que se descubriera que no oraron en Getsemaní; cuando se les encontró durmiendo fue cuando se reveló.

Cuando dependemos de nuestra propia fuerza, de nuestros propios recursos y de nuestras conexiones más que de Dios, nos volvemos víctimas de la falta de oración. Isaías dice que la falta de oración ferviente es una señal segura de que nos hemos cansado de Dios. «Pero no me has invocado, Jacob, sino que te has cansado de mí, Israel» (Isaías 43:22).

Digamosle a nuestro amado Dios que no nos hemos cansado de Él al dedicar un tiempo especial a la oración y depender de Él para tener sabiduría y poder en nuestra vida.

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