“Un reino donde hay luchas internas no puede subsistir, una
familia dividida tampoco puede subsistir”.
Mr. 3: 24, 25.
Hubo un momento en que los escribas decían de Jesús que él estaba poseído por
el demonio, ante el hecho de no entender su capacidad o su facultad para
expulsar demonios. Mr. 3: 24, 25.
Jesús hizo una pregunta sustentada en un análisis lógico, elemental: ¿cómo puede el demonio expulsarse a sí mismo? E hizo la comparación con una gran realidad: un reino dividido fracasa, muere, se autoelimina; una familia dividida tampoco puede permanecer. Mis queridos lectores, este símil de Jesús nos debe llevar a reflexión, en el matrimonio, la familia, la comunidad, la empresa... en nuestros estamentos políticos, nuestra nación, nuestro planeta.
La cita de hoy, que parte del calendario litúrgico para este día, nos confirma que la unión, la capacidad de concertar, de generar alianzas de buena voluntad son una batalla ganada en la lucha entre el bien y el mal.
Josefina Navarro
Listín Diario
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