La gente busca tener buena salud, pero no quiere disciplinarse para alcanzar este beneficio que se constituye en algo prioritario para el desempeño de las actividades de las personas.
Cuando hablamos de salud, nos referimos al buen funcionamiento del cuerpo humano en sentido general.
Vivimos en un mundo con abundancia de enfermedades, en el que cada día aparecen nuevos retos para las autoridades, que luchan para vencerlas, y de esa manera abrir las posibilidades de un mundo mejor preparado en materia de salud.
Aunque hemos avanzado y caminamos a ritmo muy acelerado en ciencia y tecnología, son muchas las naciones que continúan con graves problemas que resolver, cuando de atender situaciones de salud se trata, por las enormes diferencias sociales que nos han impuestos las sociedades en que vivimos.
América Latina y el Caribe se constituyen en un vivo ejemplo de carencia de atenciones en los servicios de hospitales que demandan con urgencia, los sectores imposibilitados, y mas empobrecidos.
Las autoridades, es justo decirlo, no pueden cargar con toda la responsabilidad de resolver el problema de la falta de mecanismos adecuados de servicios a la población, debemos de contribuir en algo,- aunque deben mostrarse disponibles a escuchar los reclamos de la gente, y discutir entre todos, maneras posibles de solución de los inconvenientes que se presenten en el camino del desarrollo de un país.
Un pueblo que carece de políticas que incrementen un servicio de excelencia encaminado a obtener el preciado don de una vida saludable, es pueblo estancado y sin posibilidades de progreso.
El compromiso es de todos, gobernantes y gobernados.
Los sirvientes del Señor, no dependemos, de gobiernos ni autoridades expertas en la materia de salud, para obtener el beneficio que brilla por su ausencia en muchos lugares del mundo, porque nuestra salud viene de Jesucristo, nuestra bonanza, de quien por su misericordia y su gracia, recibimos esa ofrenda, y es el que abre la puerta a todas las posibilidades de una insuperable salud.
Y con esto no estamos diciendo que descartamos la ciencia, porque precisamente, de él brota toda ciencia, toda buena dádiva, y todo don perfecto. Amén.
P. Regalado
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