Frecuentemente es necesario que pase un poco de tiempo antes de que veamos el bien de una experiencia. Un anciano chino poseía un bello caballo. Un día el caballo se escapó del corral. Un vecino, al enterarse de lo ocurrido, comentó:
__Oh, eso es malo.
El anciano chino respondió:
__No estoy seguro de ello. Puede ser muy pronto para decirlo.
Dos días después el caballo regresó y lo hizo trayendo tras sí una docena de caballos salvajes que entraron con él en el corral. Cuando el amigo supo de esto, dijo:
__Esto es estupendo. Antes tenías un solo caballo y ahora tienes trece.
De nuevo el anciano respondió:
__No estoy seguro de ello. Puede ser muy pronto para decirlo.
Al día siguiente el hijo del anciano chino estaba tratando de domar a los caballos salvajes, pero cayó y se rompió una pierna. Su amigo, al enterarse, dijo:
__Oh eso es terrible. Tu hijo va a tener que estar en cama varios meses.
Otra vez el hombre respondió:
__No estoy seguro de que sea terrible. Puede ser muy pronto para decirlo.
A la semana siguiente el gobernador de aquella región pasó por allí reclutando a todos los jóvenes útiles para la guerra. No se llevó al muchacho debido a su pierna rota.
Uno de nuestros problemas en la vida es que solemos valorar y juzgar la mayoría de las cosas en el momento. No debemos evaluar nuestras experiencias con tanta rapidez. Una corrección que puede ser dolorosa en un momento puede quizá verse como una bendición al día siguiente. Una enfermedad, accidente u otra circunstancia que hoy nos parece una desgracia puede ser la lección o la respuesta que necesitábamos y convertirse en una gran oportunidad para nuestra vida.
1Corintios 4:5 recomienda: “Así que, no juzguéis nada antes de tiempo…”.
Efesios 5:20 “Dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo”.
Vilma de Rojas
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