Nuestro clamor a Dios es un reconocimiento de que Él todo lo puede.
Es una expresión de fe.
Fe en que Dios es nuestro creador y dueño de la vida, fe en que de Él viene la esperanza, que tiene la potestad para perdonar nuestras culpas para abrirnos las posibilidades de la salvación.
Nuestra oración de perdón, nuestras alabanzas y nuestras peticiones son un voto de humildad y de confianza sustentado sobre el entendimiento de nuestra pequeñez y de la inmensidad de Dios, de su misericordia, de su fidelidad, de su bondad y de su amor.
Orar y esperar, amar y hacer, un trabajo diario en el que no debemos claudicar; no importa cuánto tiempo duremos, es una labor infinita y nuestra mejor comunicación con Dios.
Por Josefina Navarro
Columnista
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