Se origina en la mente más que en el mundo exterior. El estrés de un examen, la solicitud de un empleo o la preocupación sobre la incertidumbre de la vida.
¿Remedio?
“Echad toda vuestra ansiedad”, preocupaciones personales, angustias familiares, congoja por el presente, intranquilidad por el futuro, por nosotros, por los demás... echadlo todo sobre Dios.
Son cargas onerosas, y delatan desconfianza e incredulidad. Cuando torturan y distraen la mente, nos impiden servir a Dios contentos.
“Echando toda vuestra ansiedad sobre él (Dios), porque él tiene cuidado de vosotros” (1Pedro 5:7).
Pablo Clase hijo
Listín Diario
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