Las primeras iglesias evangélicas que se instalaron en el país aparecieron a partir de 1824, cuando misioneros metodistas wesleyanos, metodistas africanos y episcopales llegan para ocuparse del cuidado espiritual de los negros libertos de Estados Unidos ubicados en Santa Bárbara de Samaná.
Estos negros fueron traídos amparados en las políticas de repoblación puestas en marcha por los haitianos que intervenían la porción Este de la isla.
Estas y otras iglesias se expandieron en la República Dominicana con mucha discreción. Ni siquiera el empuje recibido durante la intervención norteamericana de 1916-1924, ni la presencia del movimiento pentecostal, a partir de 1930, lograron que estas iglesias conquistaran muchos feligreses.
El crecimiento que llevó al protestantismo hasta poco más del 20% de la población adulta y a cerca de un tercio de la población total, como se cuenta ahora, comenzó en los años de 1950. Un incremento veloz, como ocurrió en casi toda América Latina durante el mismo periodo.
Lo que podríamos llamar el mosaico evangélico o protestante dominicano está formado por las denominadas iglesias históricas, por las iglesias pentecostales clásicas o históricas y por las iglesias neopentecostales, casi todas independientes.
Hay, además, un puñado de congregaciones que se autodenominan de “misión integral”.
Los Testigos de Jehová, los Mormones y los adventistas no son considerados protestantes o evangélicos. Los adventistas, sin embargo, tienen un cuerpo doctrinario que es de esencia protestante.
Las iglesias históricas - metodista, presbiteriana, bautistas, menonita, moraviana, episcopal y similares - son entidades distinguidas por su prestigio, su trabajo social y su bagaje doctrinario, pero su presencia numérica ha ido disminuyendo con el paso de los años.
Las denominaciones pentecostales históricas o clásicas, como la Asamblea de Dios, la Iglesia de Dios Incorporada, la Iglesia de Dios Pentecostal, la Asamblea Cristiana, la Iglesia de Dios de la Profecía y los Defensores de la Fe, tuvieron un gran crecimiento a partir de los años cincuenta, pero su presencia pública y su influencia social no crecieron a la par debido a su retraimiento social. En los últimos años, empero, estas denominaciones dan muestras de envejecimiento en sus métodos de trabajo y en su capacidad para sintonizar con los cambios tecnológicos y del conocimiento. Su presencia sigue siendo importante, pero mucho menos que diez años atrás.
Las iglesias neopentecostales, casi todas independientes y salidas de las denominaciones históricas y de las pentecostales clásicas, constituyen la novedad evangélica de los últimos 15 o 20 años.
Practican una especie de sincretismo protestante, son flexibles en su ética y hacen pocas exigencias doctrinarias a sus miembros. Su fundamento es una liturgia enfocada en la alabanza y en una predicación light, cultivan los valores de las clases medias y su compromiso social es casi nulo.
Su aumento es creciente y casi representa el 40% de la comunidad religiosa no católica.
VLADIMIR PÉREZ SANTOS
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