Las siete palabras pronunciadas por Jesús antes de redimir a la humanidad de la muerte y del pecado:
1- Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. (Lc. 23:34)
2- En verdad, en verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso. (Lc. 2:,43)
3- Mujer, he ahí a tu hijo; hijo he ahí a tu madre. (Jn. 19, 26-27)
4-¡Dios mio, Dios mío!, ¿Por qué me has abandonado?. (Mc 15. 15,35; Mt. 27,46)
5- Tengo sed. (Jn 19,28)
6- Todo está consumado. (Jn. 19, 30)
7- Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu. (Lc. 23: 46}
Cada palabra que salieron de los labios de Jesús conmueven al alma y estremecen al espíritu del hombre, es motivo de un examen a lo interior del ser, como me refiere la periodista Margarita García en una nota que me envía, la comparto en extenso:
un madero y unos clavos no habrían tenido un gran significado de no haber sido por aquel cuerpo cargado de los pecados de toda la humanidad, y que hoy hace ya más de dos mil años significó una nueva oportunidad para el hombre.
Una oportunidad para su reconciliación con su Creador, pues el antiguo pacto sencillamente no había dado un perfecto resultado.Un cuerpo que antes de llegar a la Cruz había sido azotado, abofeteado, maltratado en todas las formas posibles y que derramaba su sangre como muestra de amor por todos nosotros.
Un cuerpo lleno de llagas, llagas sanadoras, llagas salvadoras que vinieron a curar la enfermedad mortal que padecía la humanidad,esa enfermedad maldición que el mismo Dios, dió como condena al hombre cuando arrojó del huerto del Edén a Adán.
Cada gota de sangre pura e inmaculada que en aquella Cruz fue derramada sellada el final de aquella maldición,el omega del viejo pacto y a la vez el alfa de un pacto nuevo y eterno mediante el cual fue rasgado el velo que nos separaba del Creador,quien por su gracía y misericordia, quiso sanarnos de aquella enfermedad y limpiar de una vez y por todos nuestros pecados.
Ahora somos muertos para los pecados cuando aceptamos a Cristo en nuestros corazones y vivimos para la justicia divina que dió un significado diferente e importante a un madero y unos clavos. Hasta aquí la reflexión.
Este tiempo envía, no tengo ninguna duda, un mensaje especial a la clase política de nuestra nación, y a todos los dominicanos, de que debemos amar a nuestro prójimo, sembrar de armonía, paz y progreso el territorio que Dios nos hizo nacer, y entrar por un camino nuevo de las manos de Jesús, iluminados en medio de la oscuridad en que vivimos por su luz admirable y su misericordia infinita.
Nos estamos olvidando de las pequeñas cosas que nos hacen vivir, tales como hablar com Dios{orar}, amar, sonreir, abrazar, decir gracias, regalar una flor, poder decir feliz cumpleaños, entre otras que como dijo el poeta Serrat, son pequeñas, pero nos hacen “que lloremos cuando nadie nos ve.” Pero lo bueno de todo esto es que estamos a tiempo y se puede, esta es una patria bendecida por Cristo, y ÉL nos ayudará a cambiar, yo tengo fe.
Pastor
Antonio Regalado
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